Al hablar de incertidumbre podemos encontrarnos con una situación de por si, muy abarcativa. La incertidumbre forma parte de nosotros, y nos impulsa a avanzar, nos estimula la curiosidad por saber qué hay más allá, según mi criterio.
Con el avance cognocitivo del ser humano, se evidenciaron que ciertos sistemas son inestables, con estructuras irregulares que no permiten arrojar datos concretos y precisos, en cambio, sí probabilidades.
A partir de diferentes teorías (Principio de incertidumbre y Sistemas dinámicos) se pudo dar por desterrada la idea de un mundo totalmente determinado. El universo resulta aleatorio, impreciso... y de hecho, desconcertante.
Resulta desconcertante saber a qué punto puede llegar la exploración del espacio, la comunicación vía web, la tecnología y hasta las economías de nuestros países. Vivimos en la incertidumbre, ya que estos datos no los poseemos y superamos ampliamente las espectativas de quienes vivieron en 1850, donde resultaba impensable una videoconferencia.
En cuanto al diseño, quienes operan con el mismo, proyectan, trabajan con la incertidumbre día a día. La respuesta que se recibe de un diseño no se puede calcular hasta que el hecho está consumado. Muchos utilizan esta incertidumbre a su favor, para integrar al espectador de manera lúdica a su trabajo.
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